14.1.10

EL ESPEJO




Una vez, llamó un rey a palacio a unos pintores de la China y Bizancio: Los chinos pretendían ser los mejores artistas. Los griegos, por su parte, reivindicaban la preeminencia en su arte. El rey encargó decorar con frescos dos paredes que estaban una frente a otra. Se corrió una cortina entre ambos grupos de competidores para que pintasen cada uno su pared sin darse cuenta de lo que hacían sus rivales. Pero, mientras los chinos empleaban toda clase de pinturas y desplegaban grandes esfuerzos, los griegos se contentaban con pulir y lijar su pared sin descanso. Cuando descorrieron la cortina pudieron admirarse los magníficos frescos de los pintores chinos reflejados en la pared opuesta, que brillaba como un espejo. Pues bien, todo lo que había visto el rey en la pared de los chinos parecía mucho más hermoso reflejado en la pared de los griegos.


Rûmî, que refiere este apólogo (Mathnawî, I, 3467), explica:

“Los griegos son los sufíes: carecen de estudios, de libros, de erudición. Pero han pulido sus corazones y los han purificado del deseo, de la codicia, de la avaricia y del odio. Esa pureza del espejo es sin duda alguna el corazón, que recibe innumerables imágenes. El santo perfecto conserva en su seno la infinita forma sin forma de lo Invisible, reflejada en el espejo de su propio corazón”.



De: “75 cuentos sufíes. Los caminos de la luz”. 1987.

Presentados por: Eva de Vitray Meyerovitch. Traducción: Francesc Gutiérrez. Pág. 127.

11.1.10

CANTO HUICHOL


La voz del viento por las efigies de la sierra

alisa pieles de agave.

Cello de búho

crepúsculo dorado silencioso,

en el íntimo rincón de iguanas

la bifurcación de la montaña

luce torso flagelado.

De pronto

el aguijoneo de la cuerda fuego de pies moneda

rasguña la planicie por largas nubes.

En coloquio de aislamientos

devoramos la refracción matizada:

concordia de gallo y mezcal

riñe la garganta.

Híkuri entonando frecuencias y universos.



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Allí




 Foto. Jaime Romero.



Nieva aquí, en Sevilla. Pero eso es lo menos importante.
Nieva allí, en tu casa, donde tú estás, donde tú sientes el frio.
Frente a tu pecho tapado, acolchado por tanto tejido artificial, allí donde mi mano se impuso como una lanza, donde mis dedos apuntaron tu corazón para parar el regateo de los días de desnudo.
Allí nieva, allí donde tú estás y yo no, donde tú estarás nervioso o feliz, agotado o calmo, allí donde yo no estoy, allí donde yo no soy. 

10.1.10


mi próxima casa.

5.1.10