14.6.11

oficialmente abandonado.

19.3.10

DOMÉSTICO

Al perro lo saco a veces. Cuando hay tiempo para acordarme de que debe salir a la calle a oler, marcar territorios y hacer quedar bien al dueño de un animal fino, educado y obediente a lo que la cuerda ordena con tirones oportunos.

Tengo remordimientos traicioneros que no duran mucho en crear excusas válidas y creíbles. Como la vez que el gringo vino a casa y me reclamó que el can “necesitaba ejercicio” y miró de reojo mis brazos delgados de flácidos músculos, mientras circularmente frotaba sus pectorales.

Le ofrecí dárselo para que él, que tenía demasiado tiempo libre debido a que su maquiladora estaba en el paro, lo llevara de paseo cuando deseara.

Sonriente expresó con su masticado idioma que la próxima semana vendría por él con su esposa e hijas a llevarlo a la playa: “Un doggy dista raza es muy lindo y debe corrrir in di sand”. Sugirió que el can se podría quedar toda la semana en su casa y yo podría visitarlo cuando quisiera o cuando hubiera espacio en la agenda. Ante su desesperada insistencia dije que lo pensaría, que era una excelente idea.

EL gringo regresó luego de cuatro meses, con nadie. Evitó las miradas lo suficiente hasta que el animal reconoció su voz choncante a la distancia del laberinto y vino a nosotros para saltar encima suyo.

- ¿Tons qué? ¿te lo vas a llevar?

- ¡Nu puedo! –Dramatizó. My wife think que nu is good idea tener el doggy tan fuerte in home, no conocemos cómo es, puede lastimar somebody…, maybe…, someday…

- Mira wey, así como el perro, hay miles de esclavos disfrazados de obreros, indígenas, marginados y pobres urbanos que trabajan en tu maquiladora; el día en que perro y personas se den cuenta que pueden matar a quien los oprime y ser absolutamente libres, entonces tendrán por elegir dos opciones: su libertad o la muerte. Mientras eso sucede, los amos somos nosotros. Nosotros decidimos cuándo comen, cómo y con qué se divierten, cuándo deben trabajar y qué comida deben tragarse, qué educación programarán el resto de sus vidas, en qué van a creer para distraer su mediocridad, hasta dónde podrán llegar. Nosotros somos los amos, ellos obedecen.

Nunca más volvió el gringo a casa. Maté al perro cuando durante un paseo, me mordió la pierna.

La madre


Era una noche esquelética, de esas en las que el mundo (la tierra) parece defenderse.
Caminábamos el puente sobre la carretera.  La autopista que cruza la ciudad y la comparte con otros. 
Todo un sinfín de construcciones metálicas, automáticas, suicidas, una suerte de vendimias de acero, un retroceso al tiempo de los guerreros. Tú tenías nostalgia de las tardes que no vivimos, y yo alcanzaba los aviones con la punta de los dedos.
Bésame despacio, alcánzame la herida; te decía.
Tú te desvivías en exclamaciones, vocablos resonantes que no decían nada, y te callabas, y volvías a repetirte en tus recuerdos.
Tu tierra como una madre, que te cuida y te sostiene, un útero ínfimo que retiene tu huida.
Esta es mi madre decía yo, que me acusa y me defiende al mismo tiempo, que sabe mis manías y virtudes,
acaso yo puedo ser igual que ella, acaso estas construcciones pueden ser menos que yo.

22.2.10

pensamientos



Tragedia de un mal menor:

Y sigo deshebrando palabras retorcidas, con cierto tintineo suave y dulce.
Conservo pensamientos sucios, encajonados, con telarañas, que después de un tiempo, lo único que hacen es incitarme a repetir.
Pero estoy cansada, creo que volveré a leer detenidamente el prospecto y tomaré una gran dosis de olvido.

19.2.10

MEMORIA


Hay personas que desde el nebuloso recuerdo de la historia siguen luchando.

16.2.10

Férula

Férula hablando con los pájaros. Nunca me habia dado cuenta, hasta ese día que la estuve observando. Corrió a la ventana mientras los pajaros trinaban, los observaba mientras producía un sonido entre maullido apagado y trino. Se respondían mutuamente, primero un pájaro y luego férula. Así estuvo platicando un buen rato. Me conmovió, presencié su conversación mañanera.

2.2.10

Autopercepción

Foto: Carmen Caballero


Tengo la conciencia sucia de un cazador y el deseo traspapelado